miércoles, 26 de octubre de 2011

Ciro: La muerte de una estrella




- Hoy lo velan, mañana lo entierran y pasado lo olvidan.

En el grupo de señoras “bien” que se quedó el martes por la noche en la vigilia en la Morgue Central de Arequipa había una consigna insospechada sobre el cuerpo ya muerto de Ciro Castillo Rojo: “Este joven es un santo”, se decían entre ellas que sin duda pertenecen a una de esas legiones que a cientos abundan en la Arequipa católica. Y no les habían pagado como había transmitido una atolondrada Rosario Ponce al ser interrogada por la multitud de gente que le llevaba coronas, flores, estampas y velas por centenas. Ósea, esa intención de convertir santos por docenas para justificar nuestros pecados, era una voz consciente de las señoras que al pasar de las horas se iban multiplicando.

Al inicio todos los que acudíamos a cubrir la información en la canícula y en el frío, pensábamos que se trataba de un deseo por amainar ese dolor que se reflejaba en el padre del estudiante universitario desaparecido por más de 600 días en las fauces del cerro Bomboya en Caylloma. Pero después, al ir diseminándose esta voz en varios rincones de la Ciudad Blanca, pensábamos que se trataba de una corriente más para recrear esta noticia de la muerte en un inmejorable bálsamo de distracción que, como anillo al dedo, (¡oh sorpresa!) cayó en momentos en que un segundo vicepresidente está en la picota.

De ser santo, desde un punto de vista procedimental y requisitorio, sin duda el muchacho no cumpliría con los rigores básicos que requiere esta condición. Aunque uno nunca sabe con esto de la crisis insuperable de la iglesia. Pero eso, sí de ser estrella póstuma sin duda lo es. Cumple con todos los requisitos que él no pidió. Han participado miles de expertos y lugareños y policías en su búsqueda por más de medio año, se han gastado cientos de miles de dólares de en su rescate por parte del Estado a través del Ministerio del Interior, no habido día en este lapso en que su cuerpo inexistente físicamente, no hubiera salido en portadas de los diarios, sin contar en las semanas que orquestadamente y llevados por los incrementos de tiraje y la audiencia todos han concertado ante sólo evidencias para caratular diarios y vender probabilidades.

Y por supuesto el morbo de la muchedumbre ha elucubrado miles de hipótesis, han encarcelado, y la han rescatado a la vez a su novia Rosario Ponce, la han culpado tanto que ya no queda duda de su participación en este hecho aunque aún no haya prueba alguna más que su sonrisa “cachosa” y su lengua suelta para referirse a su ex enamorado y su familia. De la estrella muerta, que no pidió estar en el podio de los reflejos de la filigrana mediática, se ha sabido hasta sus ocupaciones en sus días libres, se ha conocido sus amigos, sus gustos, sus aficiones, sus temores, sus videos, sus notas, sus problemas y claro hasta sus consumos que podrían explicar tal vez- y muy fácilmente e hipotéticamente también - el porqué de su muerte, pero eso no se puede hablar de un muerto, porque ya sabemos que “todos los muertos son buenos”.

Así son las estrellas también, contradictorias cuando están en la tierra, sublimes cuando están descansando para siempre. Y por último una estrella genera también – así no se quiera decir y no se haya buscado – ingentes cantidades de dinero y catapulta a su entorno ante ojo de la masa. Rosario Ponce está por vender su historia de mala suerte en el Perú por haber sobrevivido al diario más importante del mundo y ya sabemos que esos apuntes no van a bajar de las seis cifras gringas, una sola cuenta de apoyo y solidaridad bien ganada de los Castillo Rojo llegaba al millón de soles y no hay partido o político que no apetezca tenerlo entre sus filas como imagen de un padre sacrificado sin mancha ante la sensible población electoral que no le reprocha tampoco nada. Una estrella ha muerto sin duda hace seis meses, lo están velando en Arequipa y todo el Perú llora su partida.

Lea: www.federicoabril.blogspot.com

















miércoles, 5 de octubre de 2011

El fútbol y la Cruz de Motupe




Que me perdonen los católicos pero ya estaba bueno con eso de la Cruz de Motupe. Soy un fiel seguidor de las costumbres cristianas – católicas en relación de la formación histórica de las tradiciones en el Perú. Sigo de cerca, a veces con admiración a veces con burla inocente y muy propia, las fiestas patronales en distintos lugares del país y asumo que son recursos del turismo para poder estar viviendo “la religiosidad” que en nuestro país viene envuelta en la venta de lugares, comidas, ruinas, en fin, todo el tamal relleno que viene a constituir una localidad o comunidad cuando se viste de fiesta.



Pero eso de ponerle un nuevo y “muy avanzado sistema de seguridad” a la Cruz de Motupe, un pedazo de huarango restablecido adornado con joyas regaladas por los feligreses que aspiran a tener mayor felicidad mientras más oro cuelgan de ella, es una exageración de la fe moderna. Antes de poner un sistema de seguridad sofisticado y vigilante deben ponerles más cámaras de seguridad a los estadios para que los vándalos que se dicen hinchas asistan más vigilados (lo ideal sería que no asistan, pero si van los políticos ¿cómo negarles su ingreso?) a estos recintos a desfogar su impotencia y esquizofrenia.

Un nuevo sistema de seguridad con “vidrio templado, rayos infrarrojos y cámaras inteligentes” deberían estar pero en estos estadios donde la barbarie del hincha peruano trasluce la impotencia de lo que él mismo no puede obtener con esfuerzo propio en los otros campos de la esfera nacional. Si se trata de ser el más puro y noble de los seguidores del cristianismo – catolicismo, entonces debería darnos vergüenza que esta cruz esté llena de oro y plata y encima el mismísimo cardenal Cipriani vaya a realizarse una misa subiéndose al carro de la propaganda y la salvación del madero del Cristo inmaculado.

Estos ladrones de la cruz que en algo se parecen a los asesinos de los palcos de la “U”, porque en el primer de los casos se mostraron con total impunidad ante los ojos de Dios no importándoles al robar las exequias que colgaban del madero y en el segundo también nacieron, mamaron y practican a diario la impunidad de los abolengos y la historia de una clase igual de idiotizada que la más baja de la nación, que ahora se mostró para campante matar a quien le diera la gana. En este caso a otro de sus iguales pero con diferente distintivo.

Impunes los dos, porque en el primero seguramente Dios dirá que robar oro y plata de un madero no necesariamente representa su idea de cristianismo o en todo caso no se sentirá juzgado por el hecho de llevarse lo ajeno, cuando este ajeno le pertenece al divino que además no le interesa estos minerales sino la fe pura del pueblo. E impune los otros porque aunque todos saben, y ellos mismos en sus fueros internos reconocen que ocurrió en el Estadio crema pero negro por su comportamiento, para ahora posar campantes y pedir libertad sin señas ni antecedentes que seguramente se les dará porque hay dinero para pagar todas las instancias que quiera el sistema.