jueves, 20 de diciembre de 2012

Todos los días son el fin del mundo



Hace dos días que no tengo agua en la casa. Se ha roto la tubería matriz – ya aprendí a identificar los rangos y pulgadas de cada una de estos armatostes por la recurrencia de esta problemática, así que tengo la autoridad para decir que, efectivamente es matriz – y dada la presión, las lluvias, diciembre, las pocas cuadrillas o dios sabe qué cosas más, aún no pueden solucionar la rotura. Mientras tanto nos jodemos viendo cómo el agua corre por la calles sin poder levantarla y llevarla al baño, por decir algo. Si la cosa sigue así, el fin del mundo me cogerá antes del 21 de diciembre, de eso estoy totalmente seguro.

Lo mismo ha sucedido en cientos de lugares y ciudades importantes del país, donde en términos reales no es novedad el finito anuncio Maya para el día de mañana. Pero otra cosa es cuando se rompen estas tuberías en Lima, ¿por si acaso ah? Se rompió ayer una tubería matriz en Villa María del Triunfo y la cosa cambia para todo el estado peruano. Como este barrio está en la capital (marginal, pero en Lima) y los “sapos creativos” de los periodistas cubren en cadena nacional familia por familia en el costoso sistema Fly Away como el aniego perjudicó varias viviendas y, con tremenda conchudez e ignorancia, relatan incluso “parece una inundación como las que ocurren en la selva peruana…”, entonces ya es un tema de emergencia nacional.

Las pruebas lo confirman. Ayer muy desesperado y como si se tratase de una victoria más que tienen que apuntarse, el ministro de Vivienda Construcción y Saneamiento René Cornejo ha declarado que, más pronto que inmediato, entregarán 34 millones a Sedapal  para reforzar los casos de emergencia como el sucedido en Villa María. Y los cientos de casos en provincias: que esperen. ¡¡Para que viven en provincias, habrá pensado!!

Aunque argumentó la incapacidad legal para intervenir a las empresas prestadoras, pues recordemos que estas son de propiedad municipal, dijo de paso que las están apoyando con proyectos que, dios sabrá, cuáles y cuantos serán los que realmente sean efectivos y con el dinero que sí aseguró para Villa María.

El problema, que va significar un real fin del mundo, precisamente viene de las empresas prestadoras de servicios y en el clientelismo dirigencial – populachero que defiende su statuo quo. Como estas no pueden ser privatizadas – concesionadas, pues por la naturaleza de las cosas o designios de Adam Smith, estas obligatoriamente representarían un incremento de los costos del servicio, entonces siguen, o burocratizándose y obedeciendo a sus propietarios alcaldes que no invierten en ellas, u olvidándose de prestar un servicio mínimamente adecuado. Pensar en que puedan arreglar la rotura de mi calle con prontitud es inviable, peor aún en vísperas de navidad o del fin del mundo.

El agua en el país es uno de los servicios más baratos en América del Sur. Eso es suficiente para los nacionalistas o estatistas de caricatura  para seguir defendiendo la actual situación de las “empresas” del agua en el Perú. Aunque es su piñata mediática por los problemas del servicio que a diario se presentan, tampoco ponen en tela de juicio su naturaleza estatal que la ha llevado a su insostenibilidad. Ese tipo de posturas irrestrictas, sumada a una respuesta siempre centralista cegando las políticas de apoyo para el resto del país, nos llevarán de todas maneras, más temprano que tarde, al fin del mundo, antes que cualquier predicción, de eso estamos seguros.

Lea Cerbatanas en: www.proycontra.com.pe

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los policías aún en el “closet”




Es normal que en el Perú el homosexual esté y viva “caleta”. Es cierto que muchas veces alcanzan a tener hijos y hasta llevar toda una vida “soportando” a  una mujer cuando lo suyo va por otro lado. Casi siempre, si es que no salen del closet, no nos hemos enterado de alguien que conocemos y que en la vida real se le quemaba el arroz o le sudaba la espalda. En buen cristiano, aún en el Perú, más en sociedades andinas, el homosexual sigue siendo un apestado o un enfermo, alguien que no debe ni puede ser admitido.

Sin embargo la parodia del homosexual, una especie de catarsis nacional, triunfa. Y no una parodia marginal, sino institucionalizada y promovida deliberadamente. Un par de ejemplos: La “Carlota”, este personaje que encarna el cómico Carlos Vílchez tiene un éxito y cierto reconocimiento que ya supera la década. Es más, sin este personaje no habrían tenido éxito sus programas en horario familiar. Como en su vida de verdad es la antítesis de “Carlota” el Vilchez este, el personaje le cae bien e inspira sonrisas entre el lumpen. En su vida cotidiana, Vilchez es conocido como un moreno galán que no pierde el tiempo cuando una “nuevecita” llega a los programas donde participa. Muy hombre, por eso se le perdona que haga de “cabro”.

Otro ejemplo es Ernesto Pimentel que hace de la “Chola Chabuca” contra quien no han podido ni el ANDA, ni las ONGs indignadas, no sólo por lo que ellos consideran un atropello a la mujer andina sino y para colmo de males, que un hombre que se viste de mujer haga en realidad de hombre y nos huevee con el tema de la ayuda social y encima librete esforzadamente guiones donde asesina el vocabulario y se mofa con lo que ha hecho dinero suficiente para no morirse, como todos, algún buen día.

Estos homosexuales si son aceptados legionariamente. En las fuerzas policiales, por supuesto que no. Pues el D.L 1150 que acaba de publicar el ejecutivo sanciona con el pase a retiro si es que dos personas del mismo sexo son encontrados teniendo lo suyo y generando escándalo, o dicho eufemísticamente y de acuerdo al D.L, “cuando dañen la imagen de la institución”. Es decir, si quieren profesarse amor, deberán tener sumo cuidado como para que nadie se dé cuenta, en otras palabras, seguir haciendo lo que hace tiempo ya hacían: pasar desapercibidos.

Porque negar esta realidad en cualquier institución u organización tan numerosa como la Policía es dar las espaldas a la realidad. Y ellos claro que saben que es dar las espaldas, así, más que por el DL. publicado es por una herencia social y educativa que seguirán reprimiendo sus sensaciones y sentimientos. Seguirán desfilando gallardamente, harán sus rondas con voz gruesa e impactante se enfrentarán a bandas y delincuentes avezados aunque por dentro en muchos de ellos haya un color rosado latente, escondido que espere su oportunidad para salir de ese cuarto encerrado que es la imagen exterior y explote con todas sus fuerzas.

Es una pena porque en este D.L no era necesario poner expresamente que las relaciones homosexuales deberían tener castigo. Se ejerce la autoridad y la sanción de una manera efectiva e inmediata cuando se ha dañado la imagen de la institución, perteneciendo a una banda criminal o de narcotráfico, no cuando su banda tiene que ver con las flores y sus gustos particulares. Por ejemplo que va pasar si alguien del mismo cuerpo filtre una fotografía donde se dan un tierno piquito con lengua dos hombres de la gloriosa PNP, en un hotel a puertas cerradas. ¿Se habrá dañado la imagen de la institución?

Podremos haber avanzado en derechos económicos y de propiedad, habrá mejorado la condición del 35% de los peruanos en los últimos años, pero en relación a derechos sociales y de género estamos recontra atrasados.







miércoles, 5 de diciembre de 2012

La libertad de la miseria



-          Cuando el bolsillo aprieta estrangulando la vida.

No puedes caer en desgracia si ya estás en ella hace un “shunto” de tiempo, explicó Edgar, mientras me contaba una serie de tragedias de las cuáles se reía con una extraña y macabra ironía que realmente daba risa que lo ofendía. Me daba gracia, porque a la vez que contaba su odisea, como una película plagiada de mi vida misma, lamentablemente asocié su desgracia con la mía. 

No tener dinero debe ser una de las cosas más cercanas a la felicidad me repetía para convencerme de algo que yo padecía sin su entusiasmo. Mientras sus cuentas de sus varios teléfonos, sus tarjetas de plástico, las pensiones de sus hijos, el diario, sus pasajes y hasta  sus vicios lo ahorcaban lentamente a tal punto que ya no quería regresar a su casa para no soportar las lágrimas de su hijo y los reproches de su eventual mujer. Pero igual reía como un destripado.

Todo empezó por la obediencia de la maldita banda magnética que no hace reproches. Mientras más la traspasaba escuchando las promesas de inicio de pago después de tres, cuatro, cinco meses o el fin del mundo, seguía atravesando esa ranura con cara de culo de chancho – alcancía y continuaba sonando la extraña música de caja que le expendía lo que a sabiendas no podría pagar.  

No quería morir sin sacar y prestarse de aquí y de allá. De tantos parientes acudidos y amigos que se disculpaban cuando los llamaba porque adivinaban sus intenciones de matar la amistad, pidiéndoles dinero. Por eso supongo, llegó a mí cuando se le acabaron los últimos amigos. No para pedirme nada porque sabía de mi franqueza, sino para reírse con esas ganas desorientadas que tienen los suicidas antes del ocaso.

Pero Edgar Fernández no tenía la suficiente valentía para atravesar el umbral de los valientes, además, aunque su felicidad incontrolable era algo parecido al desquicio del alcohólico o el drogadicto, aún rondaba en su memoria sus hijos que lo esperaban a que termine su cuarto de hora de locura. Ese cuarto de hora que quiso compartir conmigo. Fumando su último cigarro Pallman.

Y era extrañamente libre. Por eso no tuve más remedio que ofrecerle las canciones de Joaquín Sabina en un intento final de acabar con su frenética alegría. “No sabía que la felicidad duraba un segundo…me libre de los tontos por cientos, de los cuentos del bussiness…” y claro, como podía presagiar, confirmó su destino incierto y hasta patético escuchando “la canción más hermosa del mundo”.

Ahora Edgar está durmiendo ideando sin sueños (no puede tener ese lujo) cómo hará para estirarle el dedo medio a esos agoreros de buena esperanza que le enrostran cifras y más cifras de la buenaventura nacional tan contradictoria a sus bolsillos. Y lo más importante, como mierda pagará sus cuentas sin pasar esa raya moral trazada con sangre en sus largos años que vivió con su madre. Ganas no le faltan, pero aún se mantiene fuerte como esa maldita plastilina que no puede pagar y que le piden  a su hijo para llevar al colegio.

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