viernes, 13 de septiembre de 2013

¡¡¡Jorge Velásquez diputado!!!



Recuerdo que éramos adolescentes cuando un grupo muy reducido entre familiares y allegados nos pedían a los  muchachos de barrio que acompañáramos con pancartas a Jorge Velasquez en esa noche en la Plaza de Armas donde se iba a poner “el chullo con orgullo”. Ya se había posicionado Luis Cáceres Velásquez en la alcaldía y necesitaba alfiles que lo ayuden en el congreso. Jorge Velásquez sería uno de ellos. El hábil locutor, abogado inconcluso de entonces, la rompía en Melodía y su palabra era ley. “El burro blanco” no dejaría la oportunidad de llevárselo entre sus filas del Frenatraca a alguien que sostuviera su gestión.

La radio olvidaba al entrañable Guido Díaz quien daba sus últimos zarpazos. Jorge Velásquez había descubierto la pólvora en la radio y una virtud que nadie ahora niega: dejar intervenir  a la gente sin mayor control.  Desde la denuncia de barrio, hasta las opiniones políticas se permitían, pero más las tandas comerciales. Una innumerable fila de lectura que duraba más que el diálogo de los propios invitados, pero nadie se despegaba de la FM. Jorge Velásquez apuntalaba el comentario y aunque no había mucha profundidad si era inmensamente provocador. Esa era su mayor virtud.

Podríamos decir que sus vecinitos de entonces lo ayudamos sanamente en un propósito que siempre tuvo y que supo alternar con el periodismo: la política. Jorge Velásquez debe haber sido el único periodista de provincia que pasó piola en el congreso y que desde su curul se permitió comentar y criticar la posición de sus colegas otorongos  y seguir vigente para la radio luego del desgaste y la mala reputación que en el curriculum de un (ex) diputado. Por eso continuó hábilmente en la política militante e incluso tras bambalinas.

La opinión pública, creo, siempre conscientemente perdonó esa dualidad, una virtud que ahora se castiga sin miramientos sino observemos los ejemplos actuales de periodistas que quisieron seguir esa ruta sinuosa de la política y terminaron casi borrados del espectro de la aristocracia radial. Y no lo castigó el raiting, porque masivamente intuyó que se trataba de la buena fe de un hombre y no del aprovechamiento habitual en la fauna política.

Así, con esa misma cordialidad que en las madrugadas apoyaba nuestras ansias de alcohol en el barrio y nosotros retribuíamos con un sonoro ¡¡Jorge Velásquez Diputado!!, así incursionaba en la política y el periodismo para no abandonar ninguno. Aunque los cánones y la academia del periodismo puedan negar virtudes y códigos en este personaje, nadie se imagina la historia del periodismo radial sin la presencia matutina, hábil, vozarrona y polémica de  Jorge Velásquez, inmensamente popular.