Ayer en una entrevista en el
diario La República, Alfredo Zegarra ha dicho que tiene una enfermedad que pone
en riesgo su vida y que - oh casualidad - máximo tendría cuatro o cinco años de
vida. Lo que ha declarado Zegarra le puede resultar un boomerang político al
tratar de victimizarse, así fuese verdad esta revelación que, obviamente huele más
a cálculo político.
Zegarra tiene antecedentes
oportunos de crear golpes mediáticos que lo victimicen. Apeló a disparos en
campaña al distrito de José Luis Bustamante, luego una relación amorosa con una
jovencita como para disipar algunas dudas sobre su identidad sexual y ahora
último un robo extraño en su domicilio. Pero esto de la enfermedad terminal a
quince días de las elecciones suena más a un acto desesperado tras algunos
resultados que lo ponen en segundo lugar y con techo electoral inevitable.
De los tres candidatos que
pelearían la comuna provincial, Zegarra es el que más anti votos tienen
producto del desgaste de su gestión y seguramente de la repulsión que causa su
tono impositivo. Él ha dicho que prefiere pedir perdón antes que permiso. Un poco
lo que grafica su actuación en este punto. Los sectores D y E no lo acompañan sólidamente
a pesar que en las últimas semanas ha intentado convencerlos dándoles
parrilladas y coqueteado intensamente con los denominados “cargadores”.
Ósea que si el factor N/S, N/O va
disminuyendo a medida que se acerca el 5 de octubre, es muy probable que se
haya estancado un posible crecimiento de su preferencia electoral por lo que
tiene que apelar a esta victimización intentando ganar un público ajeno al que
normalmente lo acompaña (A- B). Pero puede resultar un tiro por la culata, no
sólo por sus antecedentes sino también porque el efecto de enfermo terminal
puede abonar a la idea que Arequipa no necesita un paciente que se pase
tratándose en vez de trabajar o resolver los problemas inmediatos.
Zegarra está apelando a la
candidez del elector. Que no lo es tanto. Las últimas cifras revelan que la
gente vota por los corruptos pero no necesariamente por los enfermos. Si se
revela la enfermedad y el grado “terminal” que padece seguramente podría
perjudicarlo irremediablemente lo mismo que si se descubre que se trata de un último intento de no quedarse
fuera de un escenario ganador.