Cuando se creó el denominado gravamen minero que modificó el denominado
óvolo, una creación del gobierno
anterior y que a muchos les pareció una limosna en vez de un aporte equitativo
de las ganancias mineras, varios pensaron que la inversión en las regiones que
recibían este beneficio iba a ser mayor pues las transferencias económicas aumentaban ostensiblemente. De
hecho el año pasado así sucedió en algunos lugares que no presentaron mayores
conflictos sociales por el tema de la minería formal.
Sin embargo, cuando todo parecía
que la cosa venía mejorando para los gobiernos locales y regionales, de pronto
se vieron recortados en sus ingresos (que en realidad eran posibles y que nunca
antes tuvieron en las dimensiones que habían comprometido) debido a la crisis
internacional y básicamente porque la adquisición de los metales en China había
disminuido a raíz de una sobre compra que originó un freno en el crecimiento
del país, que comprobó una vez más, que sin la venta de minería hoy por hoy, el
país no crece en las cifras que todos esperan.
Incluso hubo voces que hablaron
de una verdadera descentralización, por tratarse de un mayor manejo económico
por parte de las autoridades locales y regionales, estas por supuesto se
alistaron – como nunca – a emprender grandes obras que les aseguraría en muchos
de los casos su reelección. Producida la crisis y viéndose recortado el
gravamen minero en diferentes porcentajes (en algunas regiones esta llega al
35%), evidentemente se acusó al gobierno antes que a la crisis, de este
recorte, surgieron pronunciamientos, marchas y protestas amenazando al gobierno
central por estas medidas.
Sin duda que las vacas aún “están
gordas”, como lo dijo ayer el ministro de economía Luis Castilla en Perumin,
como para entregar fondos a las regiones y municipios y estos terminen por
realizar sus obras, claro comprometiendo y como debe ser a ser cancelados con
sus ingresos posteriores y de esta manera asegurar que las obras – que además
ya causaron expectativas en la población – se culminen.
Lo cierto esto ha dejado tres
conclusiones. La primera tiene que ver con la verdadera intención del gravamen
minero. Algunos apuntan a que efectivamente el manejo centralista de estos
recursos podrían significar una estrategia para poder encumbrar al gobierno con
las mega obras que requiere para poder sostener su imagen o en todo caso
distribuirlas en aquellas regiones que no cuentan con recurso de canon minero.
Otra es que los ingresos que cada vez son mayores en los gobiernos regionales y
locales no van a poder disminuirse creando expectativas que serán difíciles de
sostener si la crisis se ahonda o aparece una nueva.
La otra es más de carácter político,
pues alcaldes y presidentes regionales se reúnen en relación al interés de
poder manejar mayores recursos y hacen temblar a los más entornillados en el
gobierno. De hecho uno de los pedidos de varias autoridades era la salida del
ministro de economía pues este impedía la entrega de recursos que parcharan el
hueco que dejó la crisis. Al final, y no por mucho protestar sino también ante
la coyuntura de la popularidad en descenso, el gobierno aceptó y entregará los
recursos.
Una decisión que parece – aunque lo
haya negado en varios tonos en Perumin – traerá sus consecuencias poniendo fin
al ciclo de Luis Castilla pues este ya observa que el gobierno necesita
invertir en sectores que reclaman de una mayor presencia del Estado, algo que
no quiere asumir como pasivo. Mientras
tanto se abre o continúa el espectro político fraccionado en regiones y
municipios, sólo que esta vez sus autoridades se sienten cada vez más reyezuelos
en su jurisdicción, un poder que les otorga el dinero y que ellos – a su
conveniencia – llaman descentralización.
Lea esta columna en el diario www.proycontra.com.pe
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