- Mi autoestima creo que está por
las patas de los caballos
Son las cuatro y 30
de la madrugada. El frío que empujan los árboles me desanima al culo, pero igual
me levanto jodido. El espejo rectangular del baño me hace ver más gordo, más negro
de lo que soy y con unas entradas que ya dentro de poco ya no encontrarán
cabellos que derribar en su ruta
elíptica hacia la nada. Es mi cumpleaños y la verdad que en estas fechas te ves
más desalineado, misio y triste. Me baño sin ganas, me afeito como puedo, me
arropo hasta el culo, agarro la moto, recorro cinco kilómetros de hielo, cruzo
el río, subo la colina, saludo a los borrachos de la madrugada, compro el
diario al loco que no deja de contar las noticias, llego a la radio y empiezo inútilmente
risueño a hablar en el micro saludando a todos menos a los que me importan.
Hace un año pesaba
75 y ahora casi 80 kilos. No tenía la misma cantidad de canas que ahora parecen
escarcha en mi cabeza. No sentía tanto frío en las noches y cuando chupaba aguantaba
por lo menos hasta la madrugada. Ahora me duermo antes de las doce o al
escuchar al primer cojudo en cualquier reunión que habla de futbol, de religión
o peor aún de sus falsas ilusiones con la política. La rutina, aunque con
diferentes personajes, suele ser la mismo. Los pepeados que salieron de las
discotecas, las mujercitas que intentaron cortarse las venas y más tarde el
paquete de promesas del alcalde o del presidente regional. Todas mentiras que
te bancas, porque alguna fantasía tienes que contarle a la gente que está al
otro lado del micrófono.
Es mi cumpleaños y
me da vergüenza que la gente me salude. Piensas que no has hecho lo suficiente,
que aún no vives como esos conchasumadre que vuelven de la mina o del petróleo.
Todos igual de sucios y brutos, añorados
por las mujeres, respetados por los don nadie, pero con la insolencia de
espetarte sus autos, sus billeteras y sus amantes en tu cara. Si este oficio no
tiene futuro, es por culpa de esta gente que sin mayor mérito creen que todos
deben estar a sus pies. Al menos me consuela pensar que hay por lo menos unos
840 litros de alcohol que podría
soportar. (A un litro por semana, cada año podría beber unos 42 litros con
pelos y señas). Con 20 años corridos en estos porcentajes me daría por servido
y de paso ignoraría la existencia de estos anónimos.
20 años podrían ser
suficientes. Para que más. No quieres dejar de lado a los que te quieren tan
pronto, esperaré a que se me adelanten algunos, pagaré mis deudas y cierta
educación a Santiago y Matheo, el resto que aparezca de pronto. Si es la
felicidad vestida de “Santa Rositas”, bienvenidas sean y que lleguen para
quedarse. No me voy hacer creyente a estas alturas de mi vida, pero si hay que
rezar para que suceda lo mejor, no me hago problema. No soy hipócrita carajo,
por eso lo digo para que se den por bien enterados los de abajo y los de
arriba. Si los hay, claro.
Pero como van las
cosas, mejor sigo dándole al oficio, a la educación y a este intento jodido de
comprender, diagnosticar o mejor dicho adivinar lo que nos va pasar. En la
madrugada, cuando todos duermen y las calles están vacías, piensas que eres el
único. Ya en la masa vespertina – como dice mi hermano Héctor Lavoe – eres uno
más. Reemplazable. Sólo me queda el 18
de abril propio. Feliz cumpleaños Héctor y que te remuerda la conciencia por
estar más gordo, calvo, lento y ulceroso. Si hay algún consuelo te diría, me
diría, que nadie te quita las noches bailadas y las faldas que no contarás en
esta oportunidad.
Lea la columna CERBATANAS en el diario www.proycontra.com.pe
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