Un fenómeno particular está distorsionando la revocatoria de las autoridades regionales y municipales que se han iniciado a nivel nacional con la compra de kits electorales en la ONPE. Muchas de las personas que aparentemente adquieren estos kits son gente allegada a las autoridades que aparentan estar en abierta discrepancia con las autoridades e intentan recabar firmas iniciando este proceso que en realidad, se queda en el camino.
En algunos casos el proceso se acaba porque, el que compró los kits, resultó ser un anónimo ciudadano que ¡oh sorpresa! perdió los planillones o no tuvo la suficiente logística para la recolección de firmas, pocas semanas después a este mismo anónimo se le puede encontrar laborando en las instalaciones del municipio o región a cuya autoridad intentaba revocar.
Existe también, y esta práctica es más antigua, que un pequeño grupo de dirigentes o gente habitualmente crítica y de aparición mediática, anuncian con bombos y platillos la revocatoria en su jurisdicción. Lo hacen con anticipación, a veces sin mayor argumento y sin el tiempo debido para que los ciudadanos de la administración correspondiente para evaluar si realmente la decisión de revocarlos obedece a la ineptitud o corrupción que hay en dicha institución edil o regional.
Posteriormente, y ya con los `planillones en marcha, utilizan el sutil chantaje para frenar el proceso, y es donde realmente quedan al desnudo sus intenciones. En las jurisdicciones grandes como la capital o los municipios provinciales de principales ciudades del país, existe en muchos casos, la logística para la revocatoria de los que ya no pueden hacer negocios porque perdieron sus candidatos pero si pueden acceder a medios con facilidad y armar la impresión de que la decisión es altamente popular.
En otros existen también las causas políticas e ideológicas que se disfrazan de ineptitud o mediocridad, para no declarar en verdad que pueden existir otras maneras de hacer gestión y no necesariamente la de construir escaleras en los cerros, este es el caso de la alcaldesa de Lima, pero en realidad son pocos los casos como este donde también se encuentra una manera de globo de ensayo para gestiones con perfiles de izquierda.
En las nuevas autoridades, estas revocatorias son sospechosas de todos estos antecedentes descritos, pues utilizando un juicio medianamente equilibrado, nadie puede realmente decir que un año es necesario para saber que una gestión fracasó del todo. Si esto aplicáramos a las gestiones presidenciales, por lo menos los últimos dos presidentes habrían tenido que dejar el cargo. Del actual aún no sabemos porque recién está medio año y ya roza el 50 % de aprobación lo que indica que el desgaste en medio año más lo haría parar por debajo de esta cifra.
Por eso las revocatorias están quedando desprestigiadas, pues podrá haber un descontento con una determinada gestión, pero la gente entiende que estas intenciones vienen pre determinadas y contaminadas con características similares a las que supuestamente rechazan y desean combatir los supuestos revocadores. Aunque valgan verdades, hay tremendos chascos populares con elección de determinados burgomaestres que la gente se suma al carga montón de la revocatoria porque entiende que el que ingrese - sea quien sea - no podría ser peor del que actualmente ocupa el cargo.
