En el Perú estamos llenos de maricones. La
historia nos lo repite a cada rato, por cada párrafo por donde vayamos, en un país
en construcción como el nuestro, los maricones abundan sin control. Son
cantidad, a veces mayoría, de hecho son legión, así como los anormales se hacen
llamar fanáticos de un solo equipo y encasillar en una misma pasión cuando se
habla de futbol, así mismo, los maricones se unen umbilicalmente bajo un mismo
eslogan: la mariconada.
El Policía que utiliza la vara ante un
indefenso pudiendo persuadir, es un maricón con uniforme. El profesor vertical
incriticable e incapaz de ser alumno cuando enseña, es un maricón con pizarra.
El militar, a pesar que es general, firma un acta de sujeción y obediencia
ciega, es un perfecto maricón con galones, el presidente que se esconde, viaja
y firma a lo lejos su renuncia, no es un cobarde como el eufemismo lo ha llamado,
es un mega maricón.
A pesar que el término se ha acuñado a los
amanerados a los que han demostrado amor por el mismo sexo, el auténtico
maricón es el que está detrás de estos. Tildándolos, burlándose de ellos por
sus maneras finas y femeninas de mirar el mundo, es el acomplejado que arrastra
normalmente un trauma que a los años lo ha envalentonado y lo hace un supuesto
súper macho, pero es la careta que quiere esconder el verdadero rostro de la
mariconada, por eso casi siempre le pega a su mujer o se burla de los que no lo
hacen y bebe sin control porque cree que eso lo hace aún más macho.
Es el chofer que no tiene silenciador en su
vehículo porque quiere que lo reconozcan entre todos, el quejoso a escondidas del
pene pequeño. El maricón es el que mata agazapado, a escondidas en nombre de la
revolución o del dinero. Casi siempre este maricón posee algo de poder, ya sea
en su fuerza, político o económico que lo plasma en su actitud, cree que este
poder es eterno pero en realidad lo vuelve más maricón de lo que normalmente
salió de fábrica.
En el periodismo uno conoce maricones todos
los días. Y estos no están vestidos de rosa o poseen flores en el cabello, al
contrario, huelen bien, impostan buenas maneras y usan terno y corbata, tienen
toda una camarilla que los congratula, una portátil que lo hace fantasear,
“chupes” o “chulis” a diestra y siniestra que convierten en quimera su vida
amariconada.
Y estos maricones amenazan, a veces por
terceras personas, a veces por correo electrónico como sucedió por ejemplo en
el caso de los periodistas de Iquitos del diario Pro y Contra Jaime Vásquez y
Jorge “potrillo” Carrillo por parte de esta gente vinculada a la gestión
enferma que eligió lamentablemente la gente de Maynas. Lo peor es que
amedrentan señalando a la familia, porque creen que con estos encargos el
periodismo sucumbirá o su flama se apagará.
La verdad son los más mariconazos, jamás
podrían estar delante de uno y decirte lo que realmente piensan o
sienten, si lo harían mearían sus pantalones, temblarían, tal vez
llorarían, pero aunque suene contradictorio lo convertirían en hombres por un
momento, lo que si es seguro negarían en todos los idiomas la autoría de las
amenazas y por el contrario delante tuyo alabarían tu trabajo, sacudirían el
polvo de tus hombros, y hasta te invitarían un trago. Maricones y encima
cabrones, qué se le va ser, de estos hay miles y no visten de rosa.
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