miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Hombre que pintaba corazones


La Semana del Libro

Lo único que hacía era pintar corazones. Sobre todo rotos, a veces cocidos a veces enteros, pero los cocía pintando de todo color, casi siempre de cualquier color pero que no sea necesariamente rojo, al menos no un rojo que tenga el color de la sangre y si es posible el corazón tendría que tener una nueva forma, podría ser de pera, o un vaso de madera que se asemeje al corazón. Era lo único que podía pintar, así se hizo artista en La Restinga y así resumió talvez de la mejor manera la vida del amazónico.

Una historia que camina casi al límite de esta metáfora es la que se presentó ayer en la primera emisión en cine de Amazónico Soy (para los huachafos Avant Premiere), un racimo de historias que caen por el propio peso de sus personajes que son corazones de todo color. A veces se disfraza de Nico, un medio cuerpo que se mueve como mil piernas y mil brazos recurseandose en el boulevar. Una señora de nombre Ofelia que canta en ese Olimpo charapa que se llama Explosión, un cocinero actor que es la pestaña del inmenso humor amazónico, un grupo de chicos (as) que encarnan la mas pura sensibilidad y veracidad del sexo en las calles de Iquitos, un llullampero que no puede ser más que su propio sobre nombre y todo esto en la voz de una generación de adolescentes y niños de La Restinga que (si es que ya no lo son) serán lo más notable del arte amazónico en todas sus dimensiones y que producirá (esperemos) sin temores la esencia de los de acá.

¿Pero porque pintar corazones en una tierra que se mira por sobre el hombro?, Talvez para que los que nos visitan que no es moco de pavo. Estuvo Beto Ortiz, ahora un conspicuo presentador de televisión y enemigo de Gisela, Renato Cisneros, un extraordinario contador de historias secretas en una sociedad que se muere por saber las intimidades de todos, Pedro Salinas un periodista que también cuenta las intimidades pero esta vez de los periodistas, Juan Manuel Robles que las cuenta pero con astucia y flores, Paquito D Rivera, lástima que me la perdí, Jorge Coaguila, el íntimo de Ribeyro y por supuesto una cadena de plumas nacionales y limeñas que acostumbrados a venir durante La Semana del Libro han convertido a Iquitos en el paradero de las letras, los afectos, el licor y por supuesto los corazones multicolor.

El Chema creo que también pinta corazones. Un hombre con la sensibilidad extraordinaria a la música como es él, debe pintar corazones. Veo al muchacho todas las noches en la Plaza 28 de Julio meditando sobre los mejores documentales sobre el Perú, a la gente como se estremece con las historias del resto, normalmente de los olvidados porque parece que si hay historias en este país les pertenece a ellos y esa imagen de postal justifica una semana intensa. No se puede pedir todo, que los alumnos o las personas medianamente inteligentes asistan en tropel sería una ilusión del ayahuasca, la cultura es por naturaleza excluyente, no porque cuesta caro– no es esta que fue gratuita - sino porque también se requiere de una pisca de inteligencia para crecer y a veces la gente no esta dispuesta a condimentar su vida con esa pisca.

Ha dicho el Chema en conferencia que algún empresario debe atreverse a presentar una semana del Libro tan nutrida como la que hace Jaime Vásquez (Y esto que no llegaron los caprichosos de Alonso Cueto y Cèsar Hildebrandt), un periodista de la nobleza del Chema tiene toda la razón. A su manera Vásquez Valcárcel pinta corazones por todo lado, lo hace sin miramientos Chema lo dice como un ejemplo ahora hay que esperar que estos corazones no se terminen por descocer, como en los cuadros de Bendayán, y si se rompen que no sean rojos sino de todos los colores como el amazónico.

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