jueves, 18 de marzo de 2010

Iquitos te secuestra

- Una ciudad imposible de olvidar. Donde se recrea a cada minuto miles de historias, donde el paroxismo es la materia prima del periodismo. Todo un lujo vivir en esta ciudad. Muchas gracias.

Lo que empezó con la intensidad de una bomba en las mesas de redacción se convirtió pronto en el insumo regional de todos los días. El secuestro de Herman Pezo Reintería no nos pone como una ciudad violenta y donde el secuestro campea, sino como un lugar donde aún la expectativa popular puede acobardar al más vil de los delincuentes. Violenta en alguna medida sí, pero aún así podemos reconocernos como una ciudad que no ha dejado de ser el pueblo más grande del Perú. Sólo basta conocer como la noticia se iniciaba el sábado a la una de la madrugada para darse cuenta que la historia podría tener capítulos enteros y seguir escribiendo un guión que es en sí la historia de un pueblo.

A mi me parece que hay algo raro en todo esto. No dudo por una mala intención de la familia o algo parecido, dudo porque nuestro trabajo es básicamente dudar de todo. Está demás decir que esto ha alimentado nuestra alma de pueblo una vez más porque cien mil historias se han tejido al respecto y las digo ahora porque se recogen y respiran en el ambiente como quien respira el calor húmedo de una ciudad que te envuelve por eso mismo, porque no hay lugar más imaginable en el Perú donde las hipótesis de un caso lleguen al extremo del paroxismo.

Se decía por ejemplo en un primer momento que hace algunos meses el empresario había sido amenazado por un gallero porque no cumplió una apuesta perdida. Este amenazante era un colombiano y como estos personajes normalmente no perdonan, sea la deuda pequeña o sea grande, entonces el caso no había caído en el olvido y esta vez se cobrarían no con dinero sino con algo más importante. Las variables de los hechos hacían presagiar que se trataba efectivamente de gente vinculada a los gallos. Horas después se habló de la posibilidad del secuestro común y corriente, es decir, que se pedía medio millón de dólares y que los mensajes a la familia ya habían sido dejados debidamente.

Como el caso implicaba a uno de los empresarios más “representativos” de la ciudad, un equipo especial antisecuestros lllegó desde Lima y entonces las otras hipótesis empezaron a aparecer. Se decía días después que el caso implicaba un supuesto tema de lavado de dinero que había quedado pendiente y que el caso no había sido aclarado del todo por lo que esta acción del secuestro tenía que ver con esa deuda. También se habló de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y un nexo a través de estos colombianos que en realidad no quedaba claro, pero que tendría que ver con un supuesto financiamiento a través del pago del rescate a las acciones subversivas de la zona del Putumayo.

Claro está decir que hablar del Putumayo quiere decir hablar de droga y sus aditivos. No faltó ligeros que hablaron de personajes vinculados a la administración estatal municipal que tenía que ver con deudas con el empresario y al cuarto día hasta se comentó que un caso privado había motivado el secuestro. Lo íntimo aparecía como una hipótesis en una ciudad donde no puedes pasar desapercibido a los ojos “chismosos” y exagerados que hay en cada esquina. Hasta que cayó el tal Abensur y entonces ya todo estaba escrito y habría sólo que pedir que el empresario sea encontrado en condiciones finitas y esperar cómo quedaban los capitales y contratos que habían sido asumidos con anterioridad.

Hasta que apareció una mañana un poco más flaco, pálido barbón pero con una sonrisa que hacía olvidar las causas del secuestro e iniciaba las otras causas. ¿Porqué lo soltaron? O ¿se soltó sólo? No que era hipertenso y diabético o ¿se pagó el secuestro? o ¿la Policía fue realmente profesional? O ¿los colombianos son realmente colombianos? En fin, sólo apareció enseñando el pulgar de la victoria con los flashes que ya quisieran muchos políticos. O ¿será candidato a algo? Lo importante es que apareció y un nuevo capítulo de la fascinante novela que es vivir en Iquitos ha terminado. Imposible de aburrirse, imposible de estar alejado de estas artes de la imaginación que, ahora que me voy, extrañaré un “shunto”. Iquitos puede ser cualquier cosa, menos una ciudad donde vivas triste y desapasionado de la elucubración, el afecto, la traición y el perdón al mismo tiempo. Nos estamos viendo en cualquier momento.

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