Es normal que en el Perú el
homosexual esté y viva “caleta”. Es cierto que muchas veces alcanzan a tener
hijos y hasta llevar toda una vida “soportando” a una mujer cuando lo suyo va por otro lado.
Casi siempre, si es que no salen del closet, no nos hemos enterado de alguien
que conocemos y que en la vida real se le quemaba el arroz o le sudaba la
espalda. En buen cristiano, aún en el Perú, más en sociedades andinas, el
homosexual sigue siendo un apestado o un enfermo, alguien que no debe ni puede ser
admitido.
Sin embargo la parodia del
homosexual, una especie de catarsis nacional, triunfa. Y no una parodia
marginal, sino institucionalizada y promovida deliberadamente. Un par de
ejemplos: La “Carlota”, este personaje que encarna el cómico Carlos Vílchez
tiene un éxito y cierto reconocimiento que ya supera la década. Es más, sin
este personaje no habrían tenido éxito sus programas en horario familiar. Como
en su vida de verdad es la antítesis de “Carlota” el Vilchez este, el personaje
le cae bien e inspira sonrisas entre el lumpen. En su vida cotidiana, Vilchez
es conocido como un moreno galán que no pierde el tiempo cuando una “nuevecita”
llega a los programas donde participa. Muy hombre, por eso se le perdona que
haga de “cabro”.
Otro ejemplo es Ernesto Pimentel
que hace de la “Chola Chabuca” contra quien no han podido ni el ANDA, ni las
ONGs indignadas, no sólo por lo que ellos consideran un atropello a la mujer
andina sino y para colmo de males, que un hombre que se viste de mujer haga en
realidad de hombre y nos huevee con el tema de la ayuda social y encima librete
esforzadamente guiones donde asesina el vocabulario y se mofa con lo que ha
hecho dinero suficiente para no morirse, como todos, algún buen día.
Estos homosexuales si son
aceptados legionariamente. En las fuerzas policiales, por supuesto que no. Pues
el D.L 1150 que acaba de publicar el ejecutivo sanciona con el pase a retiro si
es que dos personas del mismo sexo son encontrados teniendo lo suyo y generando
escándalo, o dicho eufemísticamente y de acuerdo al D.L, “cuando dañen la
imagen de la institución”. Es decir, si quieren profesarse amor, deberán tener
sumo cuidado como para que nadie se dé cuenta, en otras palabras, seguir
haciendo lo que hace tiempo ya hacían: pasar desapercibidos.
Porque negar esta realidad en
cualquier institución u organización tan numerosa como la Policía es dar las
espaldas a la realidad. Y ellos claro que saben que es dar las espaldas, así,
más que por el DL. publicado es por una herencia social y educativa que seguirán
reprimiendo sus sensaciones y sentimientos. Seguirán desfilando gallardamente,
harán sus rondas con voz gruesa e impactante se enfrentarán a bandas y
delincuentes avezados aunque por dentro en muchos de ellos haya un color rosado
latente, escondido que espere su oportunidad para salir de ese cuarto encerrado
que es la imagen exterior y explote con todas sus fuerzas.
Es una pena porque en este D.L no
era necesario poner expresamente que las relaciones homosexuales deberían tener
castigo. Se ejerce la autoridad y la sanción de una manera efectiva e inmediata
cuando se ha dañado la imagen de la institución, perteneciendo a una banda
criminal o de narcotráfico, no cuando su banda tiene que ver con las flores y
sus gustos particulares. Por ejemplo que va pasar si alguien del mismo cuerpo
filtre una fotografía donde se dan un tierno piquito con lengua dos hombres de
la gloriosa PNP, en un hotel a puertas cerradas. ¿Se habrá dañado la imagen de
la institución?
Podremos haber avanzado en
derechos económicos y de propiedad, habrá mejorado la condición del 35% de los
peruanos en los últimos años, pero en relación a derechos sociales y de género
estamos recontra atrasados.
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