miércoles, 22 de octubre de 2008

Chema y el shalu audio




Prueba de fuego para la fiscalía

Hace una semana Jose María “Chema” Salcedo intervenía en un debate en la escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA) de Arequipa a propósito de un conversatorio sobre el periodismo y su ejercicio en función al poder. Es cierto que estos encuentros académicos son una noble lista de desideratas, propuestas, posiciones, críticas y autocríticas sobre el oficio, pero no dejan de tener un sentido de evaluación para saber cómo piensan los que vienen detrás en el periodismo.

Y abordaba a pedido de los quisquillosos alumnos – dentro de este contexto – una tendencia insospechada en función a los instrumentos y recursos tecnológicos que aparecen con mayor audacia virtual, e incorporados casi inmediatamente a los medios de comunicación sin esperar mayor debate legal y menos filosófico del cómo se van a constituir estos recursos que van a definir el éxito o fracaso del oficio. Es evidente que estamos ingresando a una segunda etapa (dentro de la era digital) en la aplicación de estos instrumentos como las grabadoras cada vez más invisibles, los lentes con permiso de ingreso a nuestras médulas, y el audio de nuestro más insospechado sueño, es decir, ahora todo vale y es válido en función del resguardo de lo público o al menos cuando el recurso público está en juego. Aún se discute este límite entre lo privado y lo público pero hay quienes afirman que este límite debería de romperse con la costumbre de ventilarlo todo. Chema dijo que no tenía la respuesta y que dependía del manejo personal de cada uno

En la observación y denuncia que lleva el caso de los petrogate (Romulo, Quinper Arias) se ha establecido claramente que los audios tienen plena validez legal, independientemente de la forma cómo fueron obtenidos, es decir no se discute el origen de los audios (eso se hará después), si fueron chuponeo o interceptación hay una evidente flagrancia de varios tipos en torno a sus negocios dentro del estado.

Ahora que la gestión de Shaluco – guardando las distancias obviamente del “faenón” de las ratas nacionales – se ve comprometido seriamente con la difusión de un audio donde se estaría estableciendo “negocios” nada limpios, la intervención del Ministerio Público debería ser una buena señal para que se demuestre que no en vano existe sintonía con la ciudadanía en la lucha contra la corrupción. Independientemente del mensajero, éste por más ruin o siniestro que fuera, no debería invalidar de ninguna manera el mensaje. Y es en ese sentido que los medios de comunicación deberían tener un mayor compromiso más allá de sus apegos, caricias, sintonías, susurros o convenios en la búsqueda de la verdad.

Más allá de la utilización de recursos tecnológicos y su validez ante los fueros legales, está el principio básico de la búsqueda de la verdad, eterna búsqueda que es primigenia y natural al desenvolvimiento del oficio, luego viene el manejo o manoseo del tema, caso contrario lo que se estaría buscando con este tema, de por sí terriblemente gravísmo, es confundir o engañar al público que al final es nuestro cliente. Decir que es nefasto el mensajero y que la prueba responde a consignas personales aún más corruptas es una manera de coludirse con lo peor del periodismo y resulta una especie de engaño al público, es en pocas palabras es cojudearlo o simplemente huevearlo a la luz de un tipo que no ríe con nosotros sino se ríe de nosotros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La fiscalía provincial de Iquitos debería intervenir de oficio en iniciar las investigaciones con el audio difundido.
Pedir el audio. Si los audios ayudan a desenmarañar la corrupción pues valen si los que intervienen reconocen que es su voz y hay indicios en lo que dicen sobre corrupción.
Ya se hablaba de corrupción en la gestión de Salomón Abenzur, pues a investigar se ha dicho