miércoles, 21 de enero de 2009

A rebelarse





El principio de autoridad es un principio popular.

Hay quienes ven en la invasión y el libre albedrío un derecho fundamental e inherente a ellos por el hecho de convivir en una sociedad donde el Estado es casi un sinónimo de paternalidad y de sociedad común. Por ejemplo los invasores de terrenos que, con el pretexto de la pobreza y la falta de oportunidad, acechan la propiedad ajena para convertirla suya en años de burocracia estatal que terminará cediendo por inepta, lenta y anacrónica como es la nuestra. Otro ejemplo son los paros que se realizan a merced de la hegemonía comercial del transporte que han obtenido unos gracias a ese nefasto gobierno de Fujimori que estuvo en el poder por casi un oncenio.

La historia es la siguiente y es buena recordarla. La burocracia estatal de los 90 llegaba a los dos millones de personas (algo que actualmente es similar sólo que ahora son seminformales que trabajan para el estado) y como los fujimoristas estaban obligados, por consignas internacionales y por copiones de planes de gobierno, a reducir en menos del 30% de esa cifra decidieron “liberalizar” -esa buena palabra ahora convertida en demoníaca precisamente por estos rateros que gobernaron el Perú – varios servicios que antes estaban en el poder y/o control de un estado ineficiente y corrupto que dejaron los gobiernos anteriores y entre ellos lógicamente el APRA.

Uno de estos servicios que “liberalizaron” fue el transporte. El fujimorismo sabía que habría de generarse un colchón inmenso de desempleados estatales que podrían ser una bomba de tiempo para sus planes mafiosos. Claro que en su defensa hay que señalar que antes de esta medida los pasajes urbanos se regían por ganas y decisión de un funcionario municipal - en el mejor de los casos - lo cual evidentemente traía una serie de carencias y deficiencias en el sistema. Pero una vez liberalizado el transporte las puertas de Aduanas se abrieron de par en par para aquellos que quisieran importar todo tipo de vehículos que en sus países de origen ya habían sido abandonados por obsoletos. No importaba si estos se dedicaban al transporte de mercadería o de basura que cumpla con requisitos mínimos para un remedo de país, se importó a diestra y siniestra entonces los empleados públicos – “invitados al retiro” – esos que ahora reclaman reposición porque no aprobaron sus exámenes por ineptos ¡pero que bien cobraron!, adquirieron estas máquinas. Muchos de ellos se enriquecieron, otros se amolaron y una gran mayoría se convirtieron en los transportistas que ahora encontramos en las calles.

Resulta que ese sistema de monopolio estatal que proporcionaba precios de pasajes al gusto político del gobierno se convirtió ahora en un sistema de “acuerdo ilegal” para fijar los precios de los pasajes. Baja la gasolina, se desploman los precios de repuestos por caer la demanda y estos tipos que subieron los pasajes con anticipación que entonces se podría justificar ahora no lo quieren bajar. En algunos lugares se declara el transporte libre por los municipios precisamente para apelar a vehículos particulares que compitan con esa huelga que se han inventado estos modernos mafiosos y son los primeros en pinchar las llantas, destrozar los parabrisas, sacar de los vehículos a los pasajeros y truncar las pistas con toda concha y pana.

Me encuentro frente a una de esas turbas cobrizas que pasan revista auto por auto como si estuvieran en cuartel de “perros” para sacarlos a rastras y van a llegar adonde estoy mientras maldigo a Fujimori, porque siempre es bueno maldecir las causas y no las consecuencias. El municipio de Arequipa ha dicho que saldrán los carros viejos, lo ha dicho por mandato y ya nos jodimos por varias semanas porque esto va terminar en guerra. “On a le droit de se révolter” (“Tenemos derecho a rebelarnos”) Así dijeron los jóvenes en el París del 68 y yo me apunto.

Lea http://www.federicoagril.blogspot.com/

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