jueves, 26 de marzo de 2009

El mejor de todos nosotros



César Hildebrandt estuvo en Iquitos y es suficiente





http://www.youtube.com/watch?v=ioowKvVW2h4

Pedro Salinas ha dicho en Rajes del Oficio I que se trata del “mejor de todos nosotros” y tiene razón. En las dos últimas décadas las redacciones peruanas han germinado espléndidos periodistas que han elevado la calidad de algunos de los géneros del periodismo como la crónica o el reportaje. Durante varios años hemos asistido también al ocaso de algunos de ellos a raíz de “su servicio” y prestigio ante el poder de la dictadura de Fujimori, durante esos años, antes y después, César Hildebrandt, ha sido atacado sin perdón por tirios y troyanos, desde las izquierdas hasta las derechas, desde los periódicos donde había trabajado hasta en medios donde nunca le habían dado espacio para infundir sus sables cargados de una investigación fidedigna o sus puntos de vista indispensables para entender finalmente lo que algunos quieren ocultar con sus aires de inteligencia pero al servicio del “equilibrio” del sistema que tanto combate Hildebrandt.

Iracundo, tenaz, desafiante, duro, directo, irónico, implacable, incisivo, testarudo y hasta humorístico han sido características de su personalidad. Algunos han dicho que practica de una manera eficaz la entrevista como una extensión del psicoanálisis, a veces lo han acusado de arrogante, intolerante y hasta de acomplejado por su condición familiar, han dicho de él que se trata en realidad de un tipo que no es capaz de tener amigos y que reniega de todos por el sólo hecho de ser un ermitaño humanista. Pero jamás han dicho (al menos pública y sustentadamente) que recibió dinero, ventajas, contratos, regalos o cualquier beneficio para torcer su opinión o línea informativa. Eso, en un país acostumbrado a vivir de la mermelada periodística, de la dádiva de la invitación a conocer (sólo conocer) el poder, en donde el chantaje vuela por los aires a manera de odas radiales y donde la ignorancia e insensibilidad podrían escribirse fácilmente en los diarios llenando ediciones enteras - ese sólo hecho - lo convierte en el mejor.

Un periodista que no ha tenido el maquillaje verbal que en realidad esconde el miedo y la subordinación ha sido capaz, por ejemplo, de preguntarle, (en esa forma de pregunta que en realidad afirma y que es a su vez oráculo de lo que hoy es el Apra) a Haya de la Torre, ¿es usted capitalista? Pero una cosa es claridad e impertinencia ilustrada, rebeldía verbal y escupitajo al poder desde la burguesía de la palabra y la corrección del sustento y otra muy diferente y lejana son los gritos de la ignorancia, el show de la virulencia hueca y sin propósito, más que el revolver del chantaje bajo la mesa.

Pero esto lamentablemente no lo saben muchos que actualmente integran los medios nacionales y de provincia que, a decir del propio Hildebrandt, representan la calzatura perfecta del stableshment o lo que sucede es que en el “periodismo pasa lo mismo que en la literatura. Aquí siempre se trata de borrar las huellas” (Rajes del Oficio – Pedro Salinas) y las huellas de Hildebrandt hace años que intentan ser borradas, desde los broadcaster de la televisión hasta los monopolios de la comunicación escrita que sirven de paraguas de un sistema que no lo dice pero quisiera no tenerlo entre los suyos.

Pero está entre nosotros más vivo y peleando por lo que pelea desde hace treinta años. Estuvo en Iquitos por tercera vez y recibió el Honoris Causa de una universidad nueva e inexperta para semejante personaje pero con las ansias de representar a la intelectualidad amazónica. Lo entrevistamos y la lucidez y profundidad con pizca de humor es hipnotizante. Se maravilló con la comida, con la amabilidad de su gente, con el río inmenso y hasta con el cargamento de hojas enormes de los curhuinsis que tropezaron por sus pies en medio de la selva, mientras fumaba un cigarrillo a la noche, en medio de los silbidos y ululares de los pájaros, antes de dormir al lado de su bella Rebeca Diz, mientras reflexionaba – seguramente – sobre cómo dinamitar al día siguiente nuestras consciencias. Su mejor virtud.

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