miércoles, 2 de septiembre de 2009

La muerte en ruedas



En Iquitos hace calor. No es novedad. Muere la gente bajo las ruedas peladas de los ómnibus, tampoco es novedad. Se respira impunidad en el ambiente, mejor sigamos con el calor.

Las mañanas se tornan más calurosas y llegan a marcar fácil los 38 grados gringas. Es un sopor inaguantable que no puede ser aplacado por la aguajina heladita de las esquina de la Trujillo con Navarro Cauper y menos por las “chilindrinas” eventuales que normalmente generan más sed – a diferencia de lo que dicen de ellas- La radio FM está encendida y se escucha una mujer gritona que a los cuatro vientos le riñe a un magistrado por no haber actuado como ella hubiese querido. Claro que lo hace en nombre de la ética y el buen periodismo, pero esto no es lo que se siente, más bien suena a una madre regordete que riñe sin piedad a su hijo por haber ensuciado el pantalón. No importa ya porque el calor a las 9 de la mañana con treinta minutos termina por nublar lo que queda de la razón. Es martes, uno de los peores días de la semana porque no sólo empiezan a contarse los días sino porque no hay casi nada que valga la pena en la oscura bandeja de la información. A estas alturas todo parece trastocado por la brocha de los parlanchines de la apretada FM, ensuciando al aire hasta lo más puro que es el silencio y a estas alturas hasta lo bueno, parece hediondo y letal.

Hace un momento, por ejemplo, uno de nuestros mejores “valores” le reñía públicamente a su “tigre” que acababa de perder la “primicia” de un adolescente muerto por las circunstancias de una “vaca” mal hecha. El dolor de la madre al borde del bote que lo trajo desde algún lugar del río Itaya se convirtió en el mejor espectáculo sonoro que libró la batalla de la competencia aumentando los volúmenes de las radios de mis vecinos que a esa hora ya deberían estar escuchando al Grupo Cinco o Explosión y esperar el momento de los primeros regalos de la mañana que suelen ser un paquete de lejías verdes, un juego de cubiertos, unos pases para la orquesta de moda o en el mejor de los casos unas entradas para ver al CNI. Pero esta vez, como suele suceder cuando la muerte vuelve a la moda, prefirieron regodearse con las voces de confusión que presentan una imagen distorsionada de lo que en realidad es, la radio aún sigue tendiendo la magia de - así como vivenciar todo- inventar falsos escenarios que al final resultan ser galones para un reportero enrarecido y en vez de compungirlo, lo enaltece, como si se tratase de la mejor batalla brindada.

Un iracundo periodista de escritorio capitalino acaba de promover una vez más la intervención de los medios provincianos con algunos argumentos eclécticos como la regulación y licencias y como es costumbre, esa posición cada vez más frecuente no ha llegado ni por asomo a los oídos de nuestros “valores” de la comunicación y no se han dado por aludidos porque el periodismo regional y provinciano suele ser la chaira que atraviesa otras gargantas y no necesariamente las nuestras. Es más, cuando llegue la información una de estas mañanas de calurosa intensidad, los petardos de la comunicación apuntarán a la “plebe” como pretexto de negarles sus derechos y se armará el cinturón de los que pertenecen a la D y E en defensa de lo que no les pertenece. Mientras esto aún no sucede, nuestros muertos siguen ganando kilómetros de audiencia y papel con fotografías enormes que ya hubieran querido tener en vida. Por ejemplo, al final del mediodía volvió a llegar el mensaje como si fuera una cadena de e-mail a la que no le muestres ninguna sorpresa, que daba lugar hora y cantidad de sangre de la desgracia que significa salir a las calles sin pensar en la posibilidad de la muerte como algo real y con nombre propio: Los microbuses han vuelto a matar aún con más cizaña.

No existe la manera de cómo ajustar el tornillo de la presión y evitar el zarpaso hacia el más allá bajo las ruedas del microbús. Existe sí la parodia de lo efímero en la radio, el recordatorio en la tinta impresa, de lo que has dicho como compromiso para evitar la parca, pero al final todo es intrascendente porque la sangre sigue llenando las alcantarillas de sangre. El periodismo no deja de tener sus horarios y días hábiles porque tampoco puede con el destino, por eso al ingresar y salir de la chamba se vuelve una rutina trágica que a veces se acompaña con las voces de los que deberían hacer cumplir la ley, pero sólo es para el auditorio lo que le da la misma duración de la que tiene un pedo en pleno vendaval.

Hay impunidad en el ambiente y las ruedas se han convertido nuestro pan de cada día al que le hemos acogido como un menú inexorable y este calor insensato hace que lo primero sea lo menos importante, pues aunque la mujer gritona esté echando flores de su voz esta vez y nuestros mejores “valores” se queden sin oxígeno por ganarse el record de los 100 decibeles, ya nada importa. Sólo los 39 grados que nublan la razón y cualquier intento de justicia inmediata, por el contrario invita a la murga y termina por completar el círculo de la indiferencia que suele convertirse en el mejor alivio para escapar por un día a la locura que se ha convertido la vida.

Lea: http://www.federicoabril.blogspot.com/


No hay comentarios: