Los
Boras lograron una vez más su objetivo y con creces. Mientras la mayoría se
rasga las vestiduras por este término de “piojoso” que dijo y no dijo una
conductora chilena sobre esta comunidad. Los “nativos” de esta zona aledaña a
Iquitos se regocijan porque una vez más, su estrategia impensada dio resultado.
Cada
vez que hemos ido a la comunidad Bora o Yagua en San Andrés a unos kilómetros de
Iquitos aguas arriba del río Momón, hemos caído en las garras de los que no son
piojosos, pero si buenos marketeros. Por unos muchos soles te hacen una
demostración de lo que aparenta ser una danza y al golpe de un manguaré y el
disparo de una cerbatana por un promedio de media hora con foto incluida,
tranquilamente has pagado 20 soles por persona, si vas en grupo puede haber un
descuento, pero eso sí, tienes que dejar alguna prenda, si es de marca mejor,
porque ellos reconocen desde unas Nike hasta un D.G.
La
presencia de este reality chileno en esas circunstancias, actualmente
comerciales – porque además estos tiempos lo merecen- no ha sido gratuita. El
pago, por cierto adelantado y en moneda nacional, ha caído como anillo al dedo
en el curaca. Y a pesar que se han aceptado las decisiones de la programación
chilena que convirtió en alto raiting el reality, poco a poco y sin que se lo
propusieran, los Boras clausuraban un negocio más. Como debe ser, sin vuelto ni
remordimientos por la cancelación anticipada.
Es
más, si se lo proponen, es posible una
indemnización por los capítulos faltantes de los “rotos”, pues si de mostrar su cultura se trata, la
cosa viene en paquete y con sello indeleble en llanchama. El show sin réditos,
sin embargo, está por otro lado.
Una
embajadora de la otra cultura amazónica que se hace conocer como la “ñañita” se
indigna para las cámaras y dice que si los chilenos no se hubieran ido los
Boras “los hubieran atacado. No somos salvajes, pero nos hacemos respetar” reitera,
la bailarina que utiliza sus caderas para demostrar un valor amazónico y no se
da cuenta – porque no puede - que los Boras no sólo defendieron a este grupo de
imberbes chilenos sino que, si fuera por ellos y mientras hayan transmisiones y
conexiones satelitales, los habrían hospedado con piojos peruanos o piojos
chilenos, sin remordimiento ni nostalgia.
Por
otro lado y con el afán de que la noticia se ha vuelto inevitablemente espectáculo
nacional, un grupo de periodistas locales anuncia en las redes un viaje
agazapado pero bien armado de flashes que hará retroceder al grupo chileno que prácticamente
ha tomado la nave Bora, como si se tratase del Huáscar en 1879. Van en su
auxilio, dicen en facebook, twiter. Las autoridades locales arman sus
portátiles y alistan sus cerbatanas con ponzoña, los diplomáticos emiten sus
notas de prensa e indignaciones de un lado y otro, mientras tanto los Boras ya en
sus hamacas de chikra, sienten como la felicidad no sólo llegaba desde Chile,
también y por momentos puede ser local.
Todos
son patriotas ahora con los Boras. Desde los responsables porque exista una
escuela digna en esta comunidad y bajen los índices de evidente desnutrición infantil
y desorden familiar, hasta los que los visitan sólo para cumplir con un enlace
nacional o la buena foto donde aparezcan desnudos y con los vientres henchidos,
no de felicidad seguramente, pero sí de infecciones váyase a saber de qué. Con
el pretexto de pueblos originarios, estas comunidades son el patio trasero de
las principales ciudades cosmopolitas en la amazonía. Y seguro van a salir con
este cuento que ellos conviven así por propia voluntad y porque además, como lo
hemos comprobado con esta coyuntura mediática, haciendo alarde de una vida poco
“civilizada” para los occidentales los Boras ganan mucho más dinero que estando
de chaucheros en una sociedad que lamentablemente y en mayoría sólo reserva
estos oficios para estos grupos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario