Alberto Fujimori tiene 74 años y
en el 2015 tendrá 77 años. De acuerdo a la historia y genética oriental no es
una mala cantidad en años para salir de la cárcel, teniendo en cuenta la
autoría mediata y la corrupción generalizada de su decenio, el 2015 es un buen
año para salir en libertad. Habrá cumplido 11 años de reclusión en un ambiente
de casi 200 metros, es decir, una cárcel más grande que cualquier vivienda de
un peruano promedio. No está tan mal, viéndolo desde ése ángulo.
Decir que a un ex presidente no
se le puede tratar de esa forma de reclusión en el que está, es desalentar la
justicia. Si creemos en el principio de igualdad ante la ley, el estado peruano
aún ahora con Fujimori preso, viola este principio con esta especie de cárcel
dorada, por eso, a la luz de lo que va pasar en los próximos años y en el peso
que debería tener el brazo del gobierno que sostiene en el aire el cuello
parlamentario fujimorista, es apropiado que si debe salir libre, pues que sea en
el 2015.
Tampoco va ser muy eludible el
tema como podría ser hoy. La excusa del gobierno es aún creíble. Primero los
Fujimori no han presentado oficialmente la solicitud y segundo no se le ha
detectado cáncer científicamente. Y así sucediera lo primero queda lo segundo y
así sucediera lo segundo, el cáncer no va galopar tan audazmente como para
liquidarlo en tres años, al menos no en las condiciones de visita y cómodo encarcelamiento
que lleva. Además, algún pudor debe tener el cáncer por más maligno que sea
para ingresar a cualquier cuerpo.
¿Y por qué en el 2015? Si los
Fujimori pensaron tan fríamente como sostener a los asesinos de Colina, también
es oportuno y hasta justo pensar fríamente en estas cifras. Si el indulto
sucedería este año y en estas circunstancias no sólo los Fujimoristas ya no
tendrían reparos en atacar frontalmente al gobierno por cualquier tema. Si
ahora se autodefinen como la única oposición, calculando, midiendo y esperando la
decisión del gobierno en este tema del indulto, suelto Fujimori padre, no les
interesará proponer la vacancia por incapacidad moral o cualquier artilugio que
rescaten oportuna e interesadamente de la coyuntura social durante estos tres
años que restan para el proceso electoral en sí.
Además los izquierdistas y ese 30
% que aún sostiene el gobierno se empezarían a desbandar aún más y empezaría a
derrumbarse inexorablemente la posición social del gobierno pues no perdonarán
este indulto a los Fujimori y sentirán que la política sucia nuevamente ha
tranzado en el Perú y la decepción cundirá. Esta decisión en el 2015 con cáncer
a cuestas, desgastado el tema por las reiteradas veces que volverá a la agenda
y ad portas de las elecciones podrían significar un gesto de benevolencia en un
mandatario que, además, coquetería significativamente con el otro 30% del
fujimorismo y de hecho le quitaría peso a su candidata hija, contendora de la
propuesta Humalista para el 2016.
Vamos. Alberto Fujimori es el
baluarte que tienen sus seguidores para enfrentar la contienda electoral. Vivo,
es el supuesto emblema de la lucha contra el terrorismo y la derrota de la
inflación en el Perú. Didácticamente es el mejor ejemplo para que las
generaciones, que ya no vivieron la barbarie de la violencia en el Perú, puedan
encontrar un referente, es mejor que cualquier spot y mensaje, incluso alimenta
una ideología pragmática que significa el fujimorismo y que encarnan muy bien
sus voceros y alientan sus empresarios. Es, podríamos decir, la nueva tendencia
reestrenada de la política, que al igual que en todos los sectores de la
sociedad se ha vuelto superficial, precisa, numérica. Con el no hay razones ni
pensamiento, sólo resultados y autoridad, el resto no cuenta.
Lea la columna Cerbatanas en: www.proycontra.com.pe
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