lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Por fin algo nos une?



Me rompo el cerebro tratando de descifrar que significan esos gestos de locura y amnesia en los rostros de las gentes de diferentes clases sociales al escuchar con jolgorio y alegría descomunal al grupo Cinco, Los Karibeños, Armonía 10, Los Hermanos Yaipen y claro Néctar o Lizeth y de hecho, Kaliente. Qué significa estar pegados a unas letras melancólicas, casi de llanto, junto a una música exagerada de sabor y con mezcla de todo instrumento y por fin empiezo a pensar que los peruanos han encontrado su propio sabor e identidad nacional en cuanto al ritmo.

Las exclusiones en todo sentido siempre han sido comunes en nuestro país. Se excluye todo, desde el color de la piel, hasta la cantidad de monedas en tu bolsillo han sido el pretexto para arrinconar a unos y enaltecer (se) a otros. Sin contar con el trabajoso y duro proceso cultural histórico por el que ha atravesado nuestro país, hasta la dificultad de estar dividido en regiones naturales muy dispersas y variadas hasta la multidisciplinas lingüísticas que han acondicionado y propiciado una división pétrea que parecía sucumbir cualquier intento por unirnos.

Pero ahora resulta que el panorama es más auspicioso. Lo que no ha hecho PromPeru el fútbol o todas las iglesias a lo largo de su evangelio, lo está haciendo la música en diversa magnitud y de manera inmediata. Cabe recordar que presentar el huayno, por ejemplo, en programas de televisión y radio por décadas no ha ayudado a identificar de manera nacional al peruano. Lo mismo ha pasado con el vals o el negroide y en menor dimensión con los ritmos amazónicos, al contrario lo ha segmentizado. Aunque se reconoce que en ellos hay algo de todos lados del oriundo Perú mezclado con lo europeo, africano, y en fin, mucho de mestizo, no lo ha forjado como el producto nacional por excelencia.

Pero lo que hacen estos grupos tropicales o “cumbiamberos” a los que sucumbimos cada fin de semana, es talvez el aporte mayúsculo que requiere nuestra nacionalidad para identificarnos de manera internacional. Si Argentina tiene el tango como bandera, Brasil la samba como baile, Colombia la cumbia como valor nacional, ¿porque no los peruanos pueden tener “Lo tropical” como insignia?. Es el ritmo que podría resumir de algún modo porque Néctar o Kaliente pegan tanto. Muchas de las letras provienen de adaptaciones del Huayno (el lamento hecho alegre), la música en guitarra una variación de eso que alguna vez se llamó Chicha, lo señorial y fastuoso de la trompeta que identifica al norte y ese baile tan desinhibido y caliente de la selva acompañado de los bongoes y platillos que hasta adquieren un sabor salsero (a veces).

De ser así, estamos ante un fenómeno que dejará de serlo para convertirse en una media aritmética que sintetice el sabor de los peruanos, algo que sea tan inobjetable como es la comida peruana al cebiche. Que además sin darnos cuenta unos e ignorar otros, ha sido una confección de años y experimentos por doquier, eso ya lo notaban pocos, en las últimas décadas. Que haya llegado recién o hace poco a los subliminales oídos y particularmente discriminadores de los medios de comunicación no es de extrañar, normalmente ellos - casi como los políticos - se dan cuenta y se explayan de estos fenómenos casi al final de ellos.


1 comentario:

Gloriux dijo...

Que buen post, tienes razon, buen post.