lunes, 7 de enero de 2008

¿A quien le debo?






Desde las perspectiva algunos representantes de los organismos del Estado empiezan (más vale tarde que nunca) que la mejor receta para legitimar el poder que ostentan es el acercamiento de sus políticas de trabajo hasta las decisiones o simplemente apreciaciones de la población, es decir socializar sus políticas de trabajo para que no sólo se informe del estado de sus organismos sino en construcción directa de una verdadera democracia.

El Ejército, una institución cerrada por naturaleza propia de su historia, desde la perspectiva funcional del General César Donayre, ha cambiado su imagen haciéndola más humana y menos mecánica y circunspecta como normalmente es asociada dentro de la población. Esta, independientemente de la personalidad campechana del general, es una medida que a la larga sensibiliza a las Fuerzas Armadas y le dan un rol de compenetración que siempre debió tener y no la argollera, hermética y corrupta que en la década del fujimorismo, llegó a su máxima expresión audiovisual. Los que dentro de estas fuerzas han manejado estos criterios han tenido futuro dentro de ella, esa talvez ha sido el requisito para que el actual general del Oriente aún sobreviva en los escalones oficiales.

Los programas radiales y los encuentros, por ejemplo, de las Cortes Superiores de Justicia a nivel nacional, han sido otra variable importante para que, en algunos sondeos, los jueces hayan frenado (no lo suficiente) su caída en la percepción de aceptación. La mecánica parece sencilla, el problema talvez es el aura de intocable que mantienen algunos funcionarios públicos pertenecientes a las anacrónicas leyes de estabilidad laboral que han formado fósiles trabajadores que aún creen que el servicio al público es un favor y no un deber al que todos nos sometemos irrenunciablemente.

La pregunta, desde una óptica individual, sería talvez. ¿A quien le debo mi cargo? La mayoría del clientelaje tiene en sus labios la respuesta y esta es obvia. Su partido mediante el tarjetazo (en donde este gobierno no ha sido la excepción) los ha impuesto, por eso “la gente” es un factor extraño, le sirve al “compañero”, al “camarada” o finalmente al “padrino” con el cual ha sido bautizado para ingresar sino a los organismos del estado, algún cuerpo policial o militar. Esta idea aún es generalizada en la población por eso borrar ese síntoma es parte de un tratamiento integral que necesariamente pasa por socializar las decisiones de los organismos públicos, lo que en términos partidarios y sindicales se llama “bajar a las bases”, esta política es el inicio irremediable para la legitimidad que es donde en realidad empieza la democracia.

Las entidades bancarias privadas saben de este trabajo, por eso el cliente es la persona más opulosa, pero en el mismo sentido el agricultor o comerciante, porque saben que ese es su capital más preciado y retenerlo es mi objetivo primordial. Ahora que el Consejo de Ministros lanza un nuevo reto a las regiones y provincias con la confección de TUPAs (Texto Unico de Procedimientos Administrativos), hay una oportunidad para que, desde las instituciones, haya un acercamiento mayor. La ley del silencio administrativo es otro reto y poco a poco se entienda de una vez por todas que es irremediable alcanzar la empatía social en todo nivel.

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