martes, 26 de agosto de 2008

Así se trata a los mejores


La desgracia del niño genio Martín Seminario

Una noche de los juegos olímpicos escuche decir al comentarista de turno de la televisora nacional que transmitía el certamen que hasta casi nunca (o mejor hubiera dicho nunca) los políticos no se habían enterado que los verdaderos héroes, los héroes de siempre eran los deportistas, porque en ellos se resumía el esfuerzo supremo de toda una vida, los sinsabores de los años y años practicando, lesionándose, día tras día, semana tras otra, mes por año, en fin, toda una vida dedicada al esfuerzo para sólo recibir como una recompensa final de breves segundos una medalla; si esta era olímpica entonces todo se justificaba para los deportistas. El héroe se consagraba a plenitud.

No sabía si el periodista reseñado se refería al futbolista peruano o si entraba en esta categoría. Prefería pensar que no lo era, que sólo escapaba a toda una definición de héroe aquel que se dedicaba al fútbol como materia comercial de lujo, de esnobismo y de mediocridad, aunque seguramente hay futbolistas que han de ser reconocidos como héroes seguramente pero, o no aparecen en los tabloides de china o ya están muertos así que nos exime de mayores comentarios.

En la mitología griega un héroe era originalmente un semidiós, descendiente de una deidad y un mortal. Ya en la literatura y el folclore, un héroe o heroína, es un personaje eminente que encarna la “quintaesencia” de las cualidades valoradas en su cultura de origen. Comúnmente el héroe posee habilidades sobrehumanas o rasgos de personalidad idealizados o fantásticos que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y positivas por las que se hace famoso, contrariamente al villano.

Si esto es cierto, seguro que el niño lambayecano de 8 años de edad, Martín Seminario Sánchez, es un héroe peruano. Ni Harry Potter, con toda su parafernalia y sus artificios de ilusión podrían compararse a este prodigio que ahora tiene que estar en las calle de su ciudad mendigando sol a sol para que las autoridades de este país mal agradecido lo puedan ayudar a viajar para el mundial y represente la quinta esencia de un país que no aparece en el medallero olímpico ni por asomo. Sólo los asistentes a un juego del futbol mediocre y “profesional” peruano pudieron ayudarlo cuando pasó pidiendo la limosna gradería por gradería. Una vergüenza. Si fuéramos un país decente, no tendríamos a un héroe nacional, mendigando.

Y pide limosna en la calle, con su cartel en mano, con su padre a un costado y con la medalla de oro de los últimos Panamericanos en pecho para que quede sentado y bien claro que es el héroe que nadie ve. De acuerdo a la información de portal, se dice que el presidente regional Yehude Simon le ha dado 1500 soles pero necesita 10 mil dólares para viajar. Un héroe de 8 años, con toda la ternura que caracteriza su imagen, implorando que su le hagan caso, talvez maldiciendo el haber nacido en este país que no tiene héroes pero que tampoco le interesa tenerlos. Para la mayoría basta tener como ídolo de juventudes a un graciosito Kenya, o a un malcriadito Pizarro o a un Harry Potter de Cd Pirata. La desgracia del genio, de haber nacido sin estrella en un país sin nombre.

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