miércoles, 22 de julio de 2009

Nixon el mototaxista




Nixon es un mototaxista cuasihonesto que ha pasado buena parte de su vida trabajando en la “caña” sin mayores sobresaltos y cargando unos cuantos kilos de historias que lleva consigo para entregarlas antes de medio noche en medio de la monserga del barrio y el “chuchurrín”, lo sabe casi todo en las artes de la escapatoria social que significa actualmente manejar un motocarro con más independencia que su vida misma. Tiene tres hijos (aunque uno es entenadito, dice) y desde que tenía catorce años en su natal Requena (donde los menores no trabajan en los motocarros por necesidad sino por lujo y prestancia social) conoce casi todo de la viela, sistemas de arrastre, bovinas, bujías, válvulas, alternadores y todo lo que la “cachina” le puede proporcionar cada vez que le roban alguna pieza o cada vez que su economía no le permite acudir a la Alfonso Ugarte donde halla las piezas chinas de moda. A veces es un lujo que sólo se entrega cuando la feria ha sido suficiente para solventar una escapadita de domingo por la noche hacia las calles oscuras de San Juan que ya me imagino que callejones serán.

Nixon aún no sabe los alcances del último reglamento de tránsito pero igual ha participado de la protesta porque le gusta cerrar las calles, porque cuando tira vidrios, corta árboles y bebe un poco, se puede sentir con la misma autoridad del Policía cuando lo coimea por no tener sus micas. Echa los árboles por las calles y se ríe del miedo de las señoras que lo miran con cara de un delincuente, en realidad no lo miran a él, miran al grupo que lo acompaña y que arremete por cada espacio golpeando y molestando a las mujeres bonitas con la sensualidad de un caballo desbocado y con la lengua de una víbora malcriada. Se ríe y es feliz por un momento, por la noche que dura el partidito de fútbol que finaliza con tres cuartos de litro de alcohol químico en sus venas. Antes de despertar y terminar con la protesta, suele darse una vuelta por la mañana con su descapotable motocarro color amarillo haciendo volar el cabello de sus vecinas que lo acompañan como si se tratase de un Michael Schumacher de la Atenas del Ucayali al que ya sólo le quedan los cinco soles para el combustible del día siguiente el cual habrá transformado la alegría del paro para convertirlo en trabajo.

Nixon es mi vecino, uno de la media docena que existen por mi “batería” charapa, debe ser el más tranquilo porque al menos vuelve cada noche a su casa y atiende – con mucha diligencia - el desayuno popular el cual ha incluido a su familia por supuesto, hasta hace a veces de dirigente ocasional para el cambio de tuberías o agasajos de aniversarios. Lo ha inundado la creciente y ha tenido que dormir en su asiento trasero durante casi dos meses, amarcando a veces a su última hija, una pequeña de tres años que ya empieza a tener el pelo descolorido como señal de lo pesado que puede ser manejar el motocarro en tiempos de “opulencia” y donde todo mundo compra sus motos con iniciales verbales que le van quitando su “chamba” de a poco y que hacen pintar más el cabello de su último puchito. No es viejo, tendrá unos cuarenta años, pero lo confunden con el abuelo de su pequeña, se ríe, porque si algo sabe hacer Nixon es reírse con ganas de todo lo que le sucede en su vida, aunque contradictoriamente aumenta sus arrugas, no le interesa porque sabe que no estará dentro de poco para no cargar el peso que significa no saber que le depara cada día a las cinco de la mañana.


Creo que me mira con respeto porque sabe que soy periodista -o de repente es miedo - o vergüenza de tener un vecino “chismoso”, como él y su esposa con ternura me llaman. A veces quieren que les “cuente la última” sólo para darse cuenta que no soy el alzado que empiezan a llegar al barrio producto de la oportunidad formalizadora de la propiedad. Hablo y hablo sabiendo que no todo llegará a convencerlos y claro, a veces exagero para “picarlos” y encontrar una respuesta que nos lleve a otro tema. El paro ha sido sin duda un tema de su especialidad, todos los paros lo son porque significa que se van a involucrar un poco más con el motivo de la protesta, por eso el último paro de sus colegas mototaxistas formales o asociados no ha sido la excepción. –Nixon, vas a pagar multas por encima de los 3500 soles si manejas borracho y accidentas - le digo. Yo no, dice, porque nunca manejo borracho, podré ser borracho, pero en mi casa o con mis patas, dice. – Pero sí no tienes tu licencia de conducir entonces te van a quitar el motocarro y lo van a internar – le digo, para hacerlo caer. No, no creo porque mis papeles están en regla y hasta certificado de capacitación tengo.

- Ahhh, ya sé Nixon pero si haces competencias con tus colegas te van a multar con 852 soles- sentencio. No pasa nada profe, me dice. No hago competencias porque ya no hay donde, y si hay la policía no las va multar, y si estoy borracho alguna vez, la Policía no me va a poner papeleta porque antes yo lo voy a adelantar. Una cosa, me dice, ¿este reglamento es también para las motos lineales?, sí, le contesto. Pero también para los menores de edad, me interroga. Los menores de edad no pueden manejar, le digo. Pero se respetará al salir del Noa, del Pardo, del Complejo, Del Agricobank, Del Liceo. La ley no hace distinciones, vuelvo a ironizar. Pero, en serio, me insiste, por ejemplo, también se aplica a las autoridades o a los autos con lunas oscuras o simplemente a ustedes mismos, y me mira con “cachita”. Para todos Nixon, al menos eso supongo. No joda veshi, me dice, si es así entonces sigo manejando porque tendré más chamba ya que nadie podrá salir con moto de su casa, al menos no para divertirse o tomar, pero si no es así, sigamos hablando mejor del próximo paro.


Lea http://www.federicoabril.blogspot.com/




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