miércoles, 29 de abril de 2009

Nuestros dirigentes



Nuevo Versalles no se construye porque no quieren sus dirigentes

¿Debe tener un dirigente cierta formación académica para fortalecer su posición ante las autoridades y el sistema a transformar? O sólo debe tener honestidad y gran sentido de tolerancia y lucha para conseguir lo que su comunidad desea , anhela y busca pero que no consigue por “las buenas” para plantearse hacerlas “por las malas”.En uno de sus discursos ante el buró de Sendero Luminoso el impresentable Abimael Guzmán (www.youtube.com/user/PCPSenderoLuminoso) señalaba su posición contraria a la intelectualización del dirigente como prueba básica de la conformación de un cuadro dirigencial. La base única que debe tener – dice el genocida – es que debe tener “posición de clase” y luego convertir esas ideas en la “ley del proceso” y aplicarla a la realidad.

Pero aún así, si sólo nuestros dirigentes tuvieran posición de clase más no formación (causa de varios factores) es, en efecto, esta sola condición garantía de un éxito en su lucha y la consecución de los objetivos de su grupo político o de su comunidad donde vive y se desarrolla. Aparentemente no. Pero que duda cabe, son los primeros polemistas de nuestra realidad y han creado una nueva tendencia dentro del debate nacional con planteamientos que resultan de las necesidades básicas pero con estrategias violentas que “enriquecen” la discusión y jaquean las normas legales y de decencia civilizada para imponer una nueva forma de lucha y reivindicación.

Los dirigentes son necesarios para la construcción de nuestra identidad social, sin duda. Pero que pasa con esta “clase social” a lo largo de sus batallas de compromiso con su comunidad, simplemente se acomodan, se venden, son asalariados de una u otra posición y finalmente la lucha que deberían mantener como primera posición, se adormece para plantearse un objetivo político de la autoridad de turno, una maniobra del escritorio de su empleador y hasta un sicario verbal que apela a la radio como el mejor instrumento para demostrar la fidelidad al puesto y esperar la migaja salarial.

Lo peor de todo es que estos tipos no resultan de un sistema de formación partidaria válida para la obtención de su grupo de hegemonías de poder local. Son muchas veces el resultado de la pilla y de la oportunidad electoral. Así, muchos de sus pugilatos sociales se desacreditan en el tiempo contribuyendo a esta incredulidad en el sistema. No son izquierdistas ni derechistas, conservadores o liberales, no pertenecen a fuerzas regionales o municipales ni siquiera se disputan parcelas de su comunidad, lo único que funciona es la empleocracia estatal. Se pierde una oportunidad inmejorable para el crecimiento de la sociedad. El dirigente ahora ni se imagina en que medida entregó su capacidad de fiscalizar y/o vigilar y sólo acompaña o hace de megáfono de la autoridad.

Un ejemplo de lo que se ha desatado hace unas semanas con esta realidad dirigencial es la situación que atraviesa el gran AA.HH de Nuevo Versalles en Punchana. En esta zona existen dos grupos dirigenciales que abogan militantemente con una posición que en realidad correspondería a la posición de su eventual favorecedor. Por un lado la Municipalidad del distrito y por el otro el Gobierno Regional. Ambos han planteado diversas salidas para el levantamiento de la rasante, la construcción del sistema de agua y alcantarillado que resuelva las demandas de miles de pobladores de una zona con antigüedad suficiente para haber consolidado una organización que ahora presiona las decisiones de estas autoridades.

Aunque hay capricho político en ambos lados por no ceder ante la imposición de uno u otro, lo cierto es que en este proceso de obtención de una gran obra se ha visto, como nunca, el grado al que pueden llegar los dirigentes por lograr una consiga personal ante el bien común que habría resultado una actuación sino unificada, al menos articulada de lucha y compresión real de la posición de un verdadero dirigente. Sin entrar en el detalle de los manipuladores que están detrás para levantar el aserrín tras el incendio y obtener un espacio político, este hecho demuestra que la mayoría de nuestros dirigentes, así como gerentes, principales funcionarios, asesores, operadores y hasta buena parte de la prensa “chauchilla” se acomodan al círculo del capricho.

Hace buenos años cuando un proceso similar se llevó a cabo en la construcción de La ampliación de la Putumayo, una lucha sostenida de varios dirigentes de la zona hizo paralizar la obra cuantos veces demandaron ante los “errores” de la constructora de entonces en la gestión regional anterior. Medían espesor del asfalto y características del concreto, altura de la vía y sistema de alcantarilla. Demoró tres veces más en tiempo de lo planificado, se elevaron también los precios (cuando no) pero al final la obra con esa vigilancia pormenorizada resultó mejor que la obra posterior de asfaltado de la Mariscal Castilla donde el asfalto se arrugó por su mala implementación y ausencia de fiscalización de organización dirigencial. Es decir cuando nos abandonan la dirigencia entonces el fracaso es inminente. Si esto hubieran sabido comprender los dirigentes Julio Tapayuri y Juan Vilchez de un bando en Versalles, y Flor Pérez y Francisca Vargas del otro bando, entonces de repente ahora Nuevo Versalles hubiera podido ser un lugar digno para vivir.

Nadie pide que nuestros representantes sociales y directos interlocutores ante el poder, sean ilustrados o medianamente formados en sentimientos de “clase social”, ni siquiera que pertenezcan a algún grupo político o que no merodeen en la empleocracia estatal, pero si fueran algo responsables y consistentes en sus plataformas y sobre todo en medir la sensibilidad social a la que representan, otra sería la realidad del gasto en nuestra región y municipalidades.

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