jueves, 20 de septiembre de 2007

Me drogo mentalmente




Para los que hemos leído a Mario Vargas Llosa sabemos que verlo en persona es una de esas emociones que deben sentir los futbolistas cuando ven a Maradona, la que sienten los cibernautas al mirar a Bill Gates, o la valentía que tienen los socialistas al observar al viejo Fidel Castro. Una masturbación mental que sólo se puede comparar con la satisfacción plena de haber cumplido con el ritual religioso que lleva dentro los que aman la literatura como un arte eclesiástico. Pero conversar con él, es prácticamente una droga para el cerebro.De sólo pensar que el autor de La Casa Verde esta por el Pacaya Samiria en estos momentos y que Iquitos lo tendrá expuesto desde la selva, al menos por unos días, es un orgullo desde el punto de vista de la promoción de Loreto y de nuestros recursos naturales, pero personalmente es una envidia que espero sepan entender los estudiantes de las dos universidades y todos aquellos que en la selva hayan podido leer al autor de ¿Quién Mató a Palomino Molero?


Tuve la ocasión de presenciar su discurso que pronunció cuando fue declarado Doctor Honoris Causa en un auditorio de la Universidad Nacional san Agustín (UNSA), cuando era estudiante de periodismo. Recuerdo que todos mis compañeros nos matamos por estar cerca de él, nunca pudimos ingresar con sus obras – muchas pirateadas – y nos conformamos por estar una de las tantas aulas que se acondicionaron para seguir virtualmente con la ceremonia. Ya en la calle, recuerdo que algunos de nosotros , forcejeando con el resto de arequipeños que querían estrecharle la mano, llegamos para que nos autografíe una de sus obras. Incluso hubo algunos que falsificaron la firma del autor de La Guerra del Fin del Mundo, para luego sacar pica esgrimiendo la rúbrica del escritor cuando en realidad no lo tenía.


Ya en Iquitos escuché a mucha gente quejarse de Vargas Llosa por haber escrito Pantaleón y Las Visitadoras porque había sexualmente catapultado a la ciudad a nivel internacional con el título de “ciudad ardiente y libidinosa”, cuando en realidad hizo todo lo contrario, pues no sólo recreo una de las obras más estupendamente humorísticas de la literatura nacional sino que la personalidad del selvático salió brillantemente descrita. Incluso hasta turísticamente la puso en la agenda de millones como seguramente ahora, con su sola presencia, lo hará.Les tengo envidia y hasta me reprocho no estar en Iquitos en mi condición de periodista lo que hubiera ayudado mucho para conseguir un diálogo – aunque sea formal y distante – con el autor de La Ciudad y los Perros. Espero que tenga un contacto con el mundo intelectual de la ciudad charapa y ocurra alguna broma dentro de las circunstancias populares para que demuestre una vez más como el escritor necesariamente se alimenta de las vivencias cotidianas y de los hechos más inverosímiles que en Iquitos son constantes y eternos.Pd.


Me resulta indigerible que tremenda presencia en Iquitos pase desapercibido para los medios de comunicación escrita digital como el diario judicial que editorializa hace unas horas con una brillantez de ingeniería mermelera sobre un diplomático y luego se indigne por la poca presencia de autoridades en el estrado y no miren ni de reojo que en la otra acera estaba Mario Vargas Llosa. Si pues, esa tendencia a hacer las cosas de espaldas a la calle y siempre mirando benévolamente el "estrado principal", son las que nos llevan a desaparecer.

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